El hombre no sólo se apropia de la naturaleza y la transforma, sino que también fabrica souvenirs y sucedáneos de la misma, para regocijo y relleno de cómodas y alacenas. No se conforma con imitar lo inimitable, sino que también crea objetos aparentemente banales o kitsch que encierran un profunda y meditada utilidad - el elefante-caja o la lagartija-cascanueces son dignos ejemplos-.
El uso de la ficción, la manipulación, el simulacro y el humor provocan que la percepción de la realidad quede sometida a otros constructos aportados por las propias vivencias. La naturaleza artificial vuelve a su lugar pero la imagen sigue siendo artificio.